29 abr 2013

¿Merecemos los Venezolanos otro Pulitzer en fotografía?

Foto: Hector Rondón.
Fotografía ganadora del premio Pulitzer 1963

Esta es la historia de un premio Pulitzer en fotografía (galardón muy importante para el periodismo). No me refiero a un solo hombre como el acreedor de este galardón, sino a tres hombres, un cura, un militar y el propio fotógrafo. Este último, se lleva todos méritos al final de la película, no es parte del encuadre. El fotógrafo esperó y tomó el aire suficiente, pues con la paciencia de un francotirador esperó el momento ideal para disparar. Él sabe que la situación no se repetirá jamás, incluso, si se pudiera replicar el hecho en un estudio fotográfico, mil tomas no serían suficiente para emular la adrenalina y el miedo. Menos aún la sangre que brota, aquella que verdaderamente huele a carne fresca y que no son efectos especiales "made in" Hollywood. 

El artista como me he atrevido a llamarlo, corresponde al nombre de Hector Rondón Lovera, fotógrafo - corresponsal del diario "La República", quien con su Leica en mano logró captar una imagen "lamentablemente" fabulosa que muchos han denominado "La Ayuda del Padre". El perdón de los pecados de un pobre soldado ensangrentado y agujereado por proyectiles de largo alcance. Un ser que en medio de una carnicería humana expira en los valientes brazos del padre Luis María Padilla, capellán perteneciente a la base naval de Puerto Cabello en el estado Carabobo, Venezuela.

Si de una perfecta analogía me puedo valer, esta fotografía nos enseña a un Fray Bartolomé de las Casas del siglo XX. Un hombre que en vez de auxiliar a un indígena indefenso de la Nueva Cádiz del 1500, auxilia a un soldado caído con un fusil a sus pies. Un ser que por injusticias NO de colonos, sino de sus propios hermanos, muere sin justificación alguna. Los sueños que se colaron por la alcantarilla de una carnicería humana. La sangre que se entremezcló con el agua encharcada de Puerto Cabello el día 03 de Junio 1962 por la conspiración de unidades navales sublevadas, además de la injerencia de políticos ligados a la izquierda Venezolana durante el gobierno de Rómulo Betancourt (1959 - 1964).

Si algo no hemos aprendido de este Pulitzer de 1963, es la constante justificación de matar para imponer opiniones políticas y de inculcar tendencias ya sean de izquierda o derecha, así como el anular cualquier tipo de acción contraria al gobierno, siendo en ocasiones “irónicamente” el mismo gobierno quien en sus acciones perturban el normal desenvolvimiento democrático para valerse de turba violentas y manifestaciones. Ebulliciones sociales que terminan con las confrontaciones de un mismo pueblo, ¿para qué? para simplemente legitimar dictaduras disfrazadas de una inverosímil democracia, forma de gobierno que como bien lo definió Jorge Luis Borges: "es una superstición muy difundida, un abuso de la estadística". 

¿Son a veces estas imágenes tatuajes o cicatrices en nuestras psiquis? pues sí, es por ello que en el último de los casos (cuando se tratan de cicatrices que nos dejan una dolorosa marca), es preferible no valerse de ningún galardón. El pasado siglo XX se caracterizó no tanto por el testimonio escrito o hablado de la noticia, sino por el testimonio fotográfico. El hombre dejó atrás el escuchar, para observar y analizar lo que una imagen dice en una determinada situación, por lo tanto, el dolor es meramente infundado por las imágenes reales y casi en tiempo real.

Pues bien, luego de 50 años de este inútil premio Pulitzer (inútil porque nunca debió darse este insurrecto acto), quiero darle crédito a todos aquellos fotógrafos y/o corresponsales de guerra (llámese guerra así sea salir a la calle en un soleado domingo cualquiera) y también agradecer a aquellas personalidades anónimas que en su andar han dado con momentos de lujo, momentos inolvidables en la historia de nuestro pequeño y agitado mundo. 

Ahora me pregunto: ¿Merecemos los Venezolanos otro Pulitzer en fotografía?

“Los fotógrafos están para algo, para recordarnos que nuestra existencia es sublime e ínfima a la vez. Si caemos en actos errados, no tendremos excusas para legitimar nuestras acciones y salir absueltos por arte de magia”. 


Nadie es patria, todos lo somos. 
Jorge Luis Borges

18 abr 2013

Aprender de la resiliencia ajena



Me sucedió un día cualquiera en la oficina:

Luego de calentar mi comida en el microondas, tal como lo suele hacer cualquier autómata al llegar al comedor de su trabajo, me senté en una mesa donde no suelo sentarme, justamente al lado de un compañero que no suelo frecuentar. Era obvio, que ante el clima político imperante en mi Venezuela, se tocara "el estresante tema" de la política, aún más, viviendo en carne propia todas las impericias de un régimen que auspicia tanto a la violencia, como todo lo que la compone. La persecución política, la intimidación y la falta de credibilidad del poder electoral, que al final del cuento, es el combustible ideal para caldear los ánimos de un pueblo agotado de las triquiñuelas.

Ahora bien, luego de hablar de política y almorzar (no tan en santa paz) por todo lo que anteriormente comenté, me dispuse a caminar junto a mi compañero hasta la salida del comedor. Conociéndolo desde hace algún tiempo, siempre percaté de que este muchacho presentaba cierta discapacidad en su tambaleante andar (utilizaba hasta hace algún tiempo dos muletas para asistir a cada uno de sus pasos), no obstante, ese día en que me senté junto a él (durante apenas 30 minutos de almuerzo), me di cuenta que solamente estaba utilizando una muleta. - Sin duda es una mejoría - pensé para mí mismo, que, aunque no conocía la causa de su discapacidad, estaba muy consciente de que cargar una muleta, era mejor que cargar dos, y por ende, lo percibo como una mejoría.

Terminábamos de almorzar, y mientras caminábamos le seguí el paso por unas estrechas y largas escaleras camino al ascensor. Le comenté del detalle de que había dejado de usar una de las muletas, atreviéndome desde luego, a romper la delgada línea de la confianza para preguntarle el cómo había llegado a tener tal discapacidad motora, ya que en mi total ignorancia del caso, pensé que podía tratarse de alguna condición de nacimiento, o más bien, causa de la cruel poliomielitis que afecta a tantos niños en el mundo.

Sin impedimento alguno y de manera muy franca, este compañero me respondió que quedó así porque cayó accidentalmente de una altura de 20 metros, explicándome entonces, que se trató de una caída que sufrió desde una platabanda en un complejo deportivo hace algún tiempo. Por supuesto, luego de darme tal respuesta, no me sentí con el valor de indagar más de lo que había indagado en ese corto instante de tiempo, pero sin duda, con ese relato me pude dar cuenta de lo afortunado que es esa persona de tener una segunda oportunidad, de estar en buenas condiciones, y de tener tal serenidad para consigo mismo.

Para mi asombro, debido a la magnitud del accidente que sufrió este compañero de trabajo, seguimos conversando del tema y me comenta que mucha gente le ha preguntado (por desconocimiento) que si su condición era de nacimiento. De acuerdo a ello, me informó que su discapacidad era mucho peor tiempo atrás, ya que dependía de una silla de ruedas, y que poco a poco, fue mejorando con la fisioterapia y la voluntad propia de sobrevivir, que, aunque me cueste escribirlo, me confesó que anímicamente estuvo tan deprimido que pensó en lo peor de lo peor (…).

Terminamos de bajar las escaleras y tomamos el ascensor de vuelta a la oficina. Le di ánimos, ya que uno realmente desconoce de las goteras del vecino y las vicisitudes por las que alguien atraviesa en su vida diaria, su lucha por sobrevivir y las situaciones que muchas veces se escapan de nuestras manos, las que ponen en riesgo nuestra integridad física, siendo los problemas políticos del país, algo tan ínfimo y tan sublime, que en definitiva, son situaciones que todos podremos resolver si luchamos con paciencia, perseverancia y cordura.

Se cerró el ascensor y nos despedimos. En el camino hacia la oficina, me cuestiono a mí mismo pensando que, por más problemas que tengamos en el país, siempre debemos comportarnos como ese gran personaje con quien compartí apenas 30 minutos de mi almuerzo, una persona que a pesar de los obstáculos que la vida le ha puesto, ha podido superar con vital resiliencia su impedimento para mejorar su tambaleante andar, logrando dejar atrás la silla de ruedas, para hoy solamente depender de una muleta, que de seguro, la dejará de usar solo si su voluntad, su fe y sus ganas de vivir, son superiores a las adversidades con que se tope en el camino.

"Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad." 

Albert Einstein.

10 abr 2013

Venezuela, se acerca el pitazo final (#14A)


Foto: anónimo

Este domingo 14 de Abril Venezuela se debate el futuro en las próximas elecciones presidenciales. El equipo de turno tiene el favoritismo del arbitraje. Es un equipo que lleva catorce años consecutivos ganando la apreciada copa presidencial, los rojos manejan al árbitro, éste nunca ha pitado el acostumbrado ventajismo rojo, el uso de los recursos del estado para con su campaña demagógica llena de falsas promesas, así como también, el no amonestar a las incesantes cadenas televisivas que invaden la privacidad del público presente en el estadio, el psico-terror de los empleados públicos con miedo a ser despedidos, y la participación de cuadrillas armadas que atemorizan al público presente, que al final del cuento, siempre terminan por dispersar a la hinchada del cambio para ejercer “civilmente” su derecho al sufragio, su única arma. El dedo entintado.

Nos encontramos en el minuto 90. La hinchada del cambio se hace sentir con el clamor popular. los hinchas sacan sus banderas y apabullan al árbitro, gritan justicia y todos claman al unísono que canten las faltas e injusticias cometidas, piden con todas sus fuerzas al improcedente juez que amonesten con tarjeta roja a los rojos (es decir, darle una cucharada de su propia medicina), las constantes palizas sucias y leñas que llevan dando al equipo del cambio, patadas directas a las pantorrillas, muslos que empiezan a doler, calambres que agarrotan el movimiento de los músculos y los tendones fatigados, jugadores desfallecidos antes los tratos parcializados, tratos llenos de un constante resentimiento electoral.

Quedan apenas 60 segundos del tiempo complementario (vale acotar que el árbitro dio solo 3 minutos), ya pronto viene el pitazo para finalizar el encuentro, los rojos se aferran a la portería tal cual catenaccio italianoun disparo potente del equipo del cambio rebota en los guantes del portero, el balón cae en zona roja y es disputado por los jugadores de ambos equipos, uno de los defensas rojitos termina por despejar la esférica, ésta sale por la línea de meta y cantan corner. Quedan 30 segundos y todos los cambios se han realizado, es la única oportunidad de ganar el partido, se confía en el juego aéreo del equipo del cambio, es una estrategia capaz de dejar atrás a los catorce años del anti-futbol político y electoral.

Se cobra el corner. Los jugadores se concentran en el área roja-rojita, el tiempo corre, 29, 28, 27…los segundos parecen durar más de lo normal, el corner es cobrado de manera pulcra e impecable, la esférica lleva la trayectoria de un misil teledirigido (una parábola), empiezan los codazos, las patadas, los empujones y tirones de camisetas, (al árbitro se hace el de la vista gorda), sigue andando el reloj, 19, 18, 17…una cabeza se asoma entre la multitud de los jugadores, es un jugador del equipo del cambio, el número 9, todo un matador en el área, su cuello se logra estirar hasta el máximo permisible para alcanzar la esférica, el tiempo sigue corriendo, 16, 15, 14 …se necesita tan solo 1 gol, la mínima para ganar la copa presidencial, la inclusión y el cambio, una apuesta a un futuro mejor y comenzar de nuevo la construcción de un mejor equipo. Un mejor país. Un dream team.

La transmisión falla, la imagen de mi TV se ve intermitente, no es Direct TV, tampoco Meridiano TV, se va y viene el audio, los comentaristas quedan completamente mudos, es el momento crucial del partido...y justamente cuando el balón es alcanzado por la testa del número 9 del equipo del cambio…¡¡¡ZAAAAS!!! ¡¡¡SE VA LUZ!!!

Inmediatamente salgo de mi casa, me cercioro de que todos los artefactos eléctricos se encuentren en buen estado de salud, me pongo la camiseta de la Vinotinto y me animo a ver el juego en vivo, es decir, voy a votar. Mi única oportunidad es un corner que de seguro cobraré aunque falten 14 segundos de juego y tenga al CNE en mi contra…

“El éxito sin honor es el mayor de los fracasos”.
Vicente del Bosque