18 may 2013

¿Es la arepa la mándala sagrada del venezolano?

Una arepa de espinaca hecha por mi madre
Mucho se habla de la arepa como símbolo nacional venezolano, sin embargo, es un tanto complicado explicar lo que una arepa realmente significa para la venezolanidad. Hablo de venezolanidad, como parte inherente a nuestra cultura, como si en nuestro ADN tuviésemos más harina de maíz que instrucciones genéticas, como si esa disolución acuosa entre el vital líquido y el maíz molido, pilado o según la región; el trigo, nos embebiera el ánimo necesario para que cada mañana podamos seguir viviendo en un país donde la jornada no es tan redonda como la arepa. Por el contrario, es bastante irregular como la masa de dónde proviene su forma. 

Todas las generaciones venezolanas coexisten con el popular bocado. Niños, adultos y ancianos; tanto en el desayuno como en la cena dependen de la sustancial arepa, representándose como la feminidad fecunda de una tierna madre que al despertarse ocupa su tiempo en alimentar a su prole, y a medida que se van entumeciendo sus manos en la masa, va dejando sus huellas en la morfología irregular sobre la faz de la arepa, implicando entonces para el comensal, la deglución de las huellas dactilares de un ser querido, o también pudiese ser, el de una mujer-arepera que trabaja en turnos rotativos de 7x24 en una de las tantas areperas que hay en todo el país. 

En definitiva la arepa es nuestra. Más nuestra que la propia arepa. Sus orígenes se remontan de cuándo los indígenas cumanagotos en su círculo íntimo cocinaban esta blanquecina masa en las orillas del mar Caribe para subsistir. Su nombre, el cual fue audible para los españoles y colonos como “erepa” (quién sabe, si posiblemente hace alusión a las playas del estado sucre, como Arapo o Arapito); y que a través de los años se ha deformado hasta transformarse en arepa, es el resultado de la fusión sexual entre las razas del nuevo y el viejo mundo, que más bien que mal, infundió en ella una infinidad de sabores y fabulosas mezclas culinarias que hoy en día acompañan al caribeño emparedado venezolano. 

Tanto es la arepa para con nosotros y nosotros para con la arepa, que hasta nos damos golpes y palizas en los supermercados por llevarnos par de paquetes de Harina P.A.N., o en su defecto, paquetes de la difunta Harina Juana (Q.E.P.D), considerándose una droga ineludible que nos permite desvelarnos del matutino síndrome de abstinencia areposo. Es una sintomatología que todo buen venezolano tiene luego de cargar con la pesada cruz de NO comerse una arepa luego de un tiempo prolongado; ya sea una reina pepeada, una pelúa o la famosa llanera para aquellos que tienen un estomago 4x4. 

Para colmo...y como si fuera poco, la arepa está presente hasta en nuestra jerga cotidiana. Por ejemplo, cuando no referirnos de “arepa” al intenso sudor blanquecino de algunos seres que con sus glándulas sudoríparas se delatan en público por los humores en las mangas de las franelas o en las camisas, o en otra connotación; de cuando un equipo de beisbol pierde sin anotar carrera alguna decimos que fueron nueve arepas, es decir, nueve veces cero. Lo mismo aplicaría cuando un individuo reprueba un examen en el colegio o en la universidad con la mínima nota; cero, es decir: arepa. 

Por lo tanto, como venezolanos estamos en el deber de querer a la arepa más que a nadie en el mundo. El no quererla, es como olvidarse de la madre quien nos parió, es dejar que la arepa se politice por ineptos que no conocen de abastecimientos ni de querencias. Es venderle la madre al propio diablo, es como si mancillaran a tu esposa o a tu hija. En resumen, la arepa para el venezolano es algo tan valioso como la vida misma, es como si fuera la hostia para el padre en cualquier misa dominical, que finalmente se consideraría la mándala del ser, tan redonda como el dios sol e infinita como la eternidad del círculo. 

Por si usted no lo sabía, en Venezuela hay centenares de establecimientos llamados areperas (areperías), siendo la fuente de alimentación y de trabajo de millones de venezolanos que mensualmente demandan cerca de 95.500 toneladas de maíz precocido, y es muy probable, que usted señor lector – venezolano o extranjero si ya ha degustado de la arepa – donde quiera que se encuentre (fuera o dentro del país), si no se comió una arepa el día de hoy, de seguro deseará comerse una muy pronto, tanto que en mi caso, ya me está dando un hambre perruno el haber utilizado la palabra “arepa” 28 veces en esta reflexión, es decir, 3% del total de las palabras empleadas a lo largo de toda esta verborrea virtual, un porcentaje pírrico para las veces que la palabra se pronuncia en tan solo un instante en cualquier rincón del país, anulando cualquier satisfacción de sacio gracias al obligado aviso del portu en el anaquel del supermercado que dice: “por razones ajenas a nuestra voluntad, solo está autorizado llevarse dos (2) paquetes de Harina P.A.N. por persona”, reprimiendo el deseo en colectivo de reencontrarse con la pura venezolanidad en el anaquel, que en pocas palabras es la poca identidad que nos queda reducida a un tipo de comida que convierte a las madres en abuelas y a su vez, une a las familias en mándalas de harina en una amorfa masa compactada por millones de palmas venezolanas.

La arepa según la R.A.E: http://lema.rae.es/drae/?val=arepa
La arepa según venciclopedia: http://venciclopedia.com/index.php?title=La_arepa
La arepa según mi sobrino: es un planeta

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